Entradas

Hotel Heartbreak, Habitación 164-II.

 La larga trenza de Locke todavía estaba húmeda cuando Key logró subirle a la habitación. La sangre caía en forma de un fino hilo por su comisura derecha, dejando entrever lo que estaba ocurriéndole por dentro. Él todavía estaba sonriendo, a pesar de que los ojos e le iban cerrando cada par de pasos. En cuanto alcanzó el borde del colchón, se dejó caer encima. Rebotó en la cama con fuerza, soltándose del agarre de Key y ensuciando las sábanas de sangre. Ella no lograba concebir lo que estaba ocurriendo. Se dirigió al baño y agarró una de las toallas, tratando de frenar la hemorragia. ¿En qué momento había empezado a salir todo tan mal? En cuanto comenzó a apretar, y vio la velocidad a la que la toalla se ensuciaba, algo dentro de ella le dijo que ya era demasiado tarde. En realidad, probablemente fuese demasiado tarde en el mismo momento en que recibió el disparo, pero seguía aguantando, aún con la tez cada vez más pálida. En silencio, Locke le dedicó una mirada de complicidad y señaló

Hotel Heartbreak, habitación 232.

Cuando entré en el hotel, un hombre de aspecto afeminado me recibió. Yo ni siquiera sabía cómo había llegado allí. Llovía y estaba empapada. Solo Dios sabía cuánto tiempo debía de haber estado dando vueltas, calada hasta los huesos, tratando de organizar mis propios pensamientos. Y todo, absolutamente todo, había sido inútil. Me acerqué al mostrador, para darme cuenta, avergonzada, de que ni siquiera habría fondos en la tarjeta para pagarme una sola noche. El (o la) recepcionista me pidió los datos y el DNI. Yo, temblando, se los di. Luego, hice el amago de sacar la tarjeta, pero me hizo un signo para que parara. -No te preocupes. Te cobraremos cuando tu estancia termine aquí -dijo, con voz suave-. Tengo ojos en la cara, y creo que ahora mismo el dinero es el menor de tus problemas. No te preocupes, por favor. Sube a tu habitación. Me tendió una llave y me indicó amablemente la posición del ascensor. No llevaba maletas. Apreté el botón y me pregunté cuánta gente llegaría, a las tant

Hotel Heartbreak, habitación 582.

Terminé de fumar el cigarro y lo tiré al suelo antes de echarme la bolsa al hombro y entrar en el hotel. En realidad, era bastante sencillo saber dónde había ido Angel después de perder su geolocalización. La organización había sido bastante estúpida al no pensarlo, teniendo en cuenta los rumores. No me pusieron pega al entrar, y tampoco me resultó especialmente extraño encontrarme con un trans llamado Cassandra en la recepción. Lo cierto era que no esperaba que fuera un lugar normal en ningún momento: se oía lo que se oía, y si un 10% era cierto, ya había motivos para preocuparse. Lo jodido era que me hubiesen mandado a mí. Suspiré y me metí en la habitación, sacando el portátil e intentando hackear la red del hotel. Sin embargo, pese a que el ordenador se conectaba, no parecía aparecer ninguna red. Después de un rato de infructuosos intentos, me eché hacia atrás en la silla y chasqueé la lengua. Pobre Angel, sí señor. Eso decían todos. Pero esa pequeña zorra llevaba escapándose y e

Hotel Heartbreak, habitación 213.

Me desperté, pero el dolor de cabeza seguía siendo atronador. Lo cierto era que no terminaba de acostumbrarme a estar en un mismo sitio durante tanto tiempo, sobre todo desde hacía una temporada. Saqué un cigarro del paquete y me eché de nuevo en la cama deshecha, descalzo. Arranqué un sonido incómodo de la cama, y me di cuenta de que me había quedado dormido sobre todos los informes que había intentado relacionar. En realidad, no tenía por qué hacerlo. Es decir, me habían echado de la policía en cuanto me obsesioné con el caso. Dijeron que eran asesinatos inconexos, era una ciudad grande y cada cierto intervalo, era normal que apareciera alguien muerto. Sin embargo, yo seguía convencido de que no era una casualidad. Tres hombres, todos ellos entre 20 y 35 años, con una pequeña marca en las muñecas. Los forenses habían decidido que era una coincidencia, que no había absolutamente nada más que respaldase que los había matado la misma persona. Pero algo dentro de mí me decía que sí, pes

Hotel Heartbreak, habitación 777.

Se despertó entre sus almohadones favoritos, totalmente cubierta por sus sábanas de seda rojas. Podía verla a través del dosel de encaje, y supe al momento que no se había levantado de buen humor. Tragué saliva y me dispuse a colocar en mi rostro la mejor de las sonrisas. Odiaba verla fruncir el ceño así. Los otros dos sirvientes tenían una expresión de desconsuelo en sus caras, probablemente igual que la mía. Se estiró y se apoyó en el cabecero de ébano, con su largo cabello recogido en una trenza cayendo por su espalda. Se había despeinado mientras dormía. Probablemente hubiese tenido pesadillas. Apreté el puño derecho hasta que los nudillos se me tornaron blancos. Luego, carraspeó. No hizo falta que malgastara su primera palabra del día en mí, solo me miró y me levanté, apartando con cuidado el dosel. -Buenos días, mi Reina -pronuncié, con voz suave. Sabía que odiaba los sonidos agudos por las mañanas-. ¿Le apetece desayunar? Ella bostezó y sonrió ligeramente. Luego, me observó un

BREAKING NEWS

Un médico se vuelve loco y mata a todos los pacientes de su planta  El asesino ha sido trasladado esta tarde al manicomio de la comarca, esperando la revisión psiquiátrica que podría actuar como atenuante en su juicio. 11/3. 16.51h. Hoy es un mal día para nuestra ciudad. El conocido doctor Jaden McCormac, sumergido en lo más hondo de la mismísima locura, ha decidido acabar con la vida de todos los pacientes de la planta de neurología que llevaba. Ha realizado inyecciones de una sustancia venenosa en el cuerpo de los ingresados, y los monitores han empezado a sonar automáticamente en cuanto ha acabado su turno.  Por suerte, los guardias de seguridad han actuado con rapidez y le han contenido antes de que pudiera marcharse. La comisaría de policía ha dispuesto un furgón en escasos minutos, llevándolo directamente a la institución psiquiátrica para que fuera evaluado. El doctor McCormac no había presentado ningún tipo de signo previo que pudiera conducir a semejante catástrofe,

Hotel Heartbreak, habitación 164.

-Ya la has vuelto a liar -dijo Lock, agarrándose el puente de la nariz y suspirando-. Anda, vamos, que habrá que deshacerse del cuerpo. Yo me encogí de hombros. Una hora antes... Llevaba menos de 10 minutos en esa casa y ya me quería largar. Cuanto más hablaba, de peor humor me ponía yo. En realidad, no tenía muy claro qué hacía allí, cuando me había parecido una mala idea desde el principio. Encerrarme con pseudodesconocidos en un lugar apartado con una persona a la que si no sabía, me imagina que odiaba. Estaba claro. Pero es que era completamente insoportable. No dejaba de hablar de él, él y él. No tenía más temas de conversación. El resto de las personas de la fiesta se mantenían en silencio, sin parar de beber de sus copas, con la incomodidad reinando en el ambiente pero sin decir nada. Yo, por mi parte, sabía que nada de lo que fuera a decir era ni remotamente bueno ni agradable, así que preferí tratar de ignorar su voz de leñador recién llegado a casa y continuar con mi be