Hotel Heartbreak, habitación 777.
Se despertó entre sus almohadones favoritos, totalmente cubierta por sus sábanas de seda rojas. Podía verla a través del dosel de encaje, y supe al momento que no se había levantado de buen humor. Tragué saliva y me dispuse a colocar en mi rostro la mejor de las sonrisas. Odiaba verla fruncir el ceño así. Los otros dos sirvientes tenían una expresión de desconsuelo en sus caras, probablemente igual que la mía. Se estiró y se apoyó en el cabecero de ébano, con su largo cabello recogido en una trenza cayendo por su espalda. Se había despeinado mientras dormía. Probablemente hubiese tenido pesadillas. Apreté el puño derecho hasta que los nudillos se me tornaron blancos. Luego, carraspeó. No hizo falta que malgastara su primera palabra del día en mí, solo me miró y me levanté, apartando con cuidado el dosel. -Buenos días, mi Reina -pronuncié, con voz suave. Sabía que odiaba los sonidos agudos por las mañanas-. ¿Le apetece desayunar? Ella bostezó y sonrió ligeramente. Luego, me observó un...