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Mostrando entradas de julio, 2020

Hotel Heartbreak, habitación 232.

Cuando entré en el hotel, un hombre de aspecto afeminado me recibió. Yo ni siquiera sabía cómo había llegado allí. Llovía y estaba empapada. Solo Dios sabía cuánto tiempo debía de haber estado dando vueltas, calada hasta los huesos, tratando de organizar mis propios pensamientos. Y todo, absolutamente todo, había sido inútil. Me acerqué al mostrador, para darme cuenta, avergonzada, de que ni siquiera habría fondos en la tarjeta para pagarme una sola noche. El (o la) recepcionista me pidió los datos y el DNI. Yo, temblando, se los di. Luego, hice el amago de sacar la tarjeta, pero me hizo un signo para que parara. -No te preocupes. Te cobraremos cuando tu estancia termine aquí -dijo, con voz suave-. Tengo ojos en la cara, y creo que ahora mismo el dinero es el menor de tus problemas. No te preocupes, por favor. Sube a tu habitación. Me tendió una llave y me indicó amablemente la posición del ascensor. No llevaba maletas. Apreté el botón y me pregunté cuánta gente llegaría, a las tant