Me desperté, pero el dolor de cabeza seguía siendo atronador. Lo cierto era que no terminaba de acostumbrarme a estar en un mismo sitio durante tanto tiempo, sobre todo desde hacía una temporada. Saqué un cigarro del paquete y me eché de nuevo en la cama deshecha, descalzo. Arranqué un sonido incómodo de la cama, y me di cuenta de que me había quedado dormido sobre todos los informes que había intentado relacionar. En realidad, no tenía por qué hacerlo. Es decir, me habían echado de la policía en cuanto me obsesioné con el caso. Dijeron que eran asesinatos inconexos, era una ciudad grande y cada cierto intervalo, era normal que apareciera alguien muerto. Sin embargo, yo seguía convencido de que no era una casualidad. Tres hombres, todos ellos entre 20 y 35 años, con una pequeña marca en las muñecas. Los forenses habían decidido que era una coincidencia, que no había absolutamente nada más que respaldase que los había matado la misma persona. Pero algo dentro de mí me decía que sí, pes...
Comentarios
Publicar un comentario