Hotel Heartbreak, habitación 713.

Observé el trozo de pergamino que se extendía sobre la mesa, tratando de deducir dónde estaba exactamente. La cruz que me había estado representando los últimos meses se había evaporado sin más, y daba gracias por haber encontrado ese hotel. No me convencía tanto el hecho de que me hubiesen alojado en una entrada del séptimo piso: me lo estaban poniendo difícil para huir.
Aún tenía dinero, pero no quería gastarlo en algo tan nimio como alojamiento. No, cuando ni siquiera sabía cuánto iba a durar mi viaje. Cerré la puerta con cerrojo (manías), y dejé que el agua corriera un poco hasta calentarse lo suficiente como para calmar mi piel.

El moratón del muslo ya se había vuelto amarillo, y no tenía pinta de mejorar. El corte del brazo, por otra parte, se estaba cerrando. Era un alivio, porque creí que iba a necesitar puntos y no podía acercarme a ningún hospital. En realidad, no podía desviarme de mi camino. al menos, hasta que el mapa optó por no colaborar más conmigo.

Entré en la ducha y me senté en el suelo, dejando que el agua me empapara y lavara toda esa suciedad incrustada. Estaba, ciertamente, agotada. No había parado ni un momento, y la moto debía estar bastante seca. No sabía cuánto tiempo exacto había pasado desde el día 0, pero parecían siglos. No había tenido mucho tiempo de pensar en lo que había ocurrido, pero me daba miedo comenzar a hacerlo. Sin embargo, nuestro buen amigo el subconsciente ayudó en la labor.

Había nevado. Como todos los inviernos, al amanecer es muy bonito, pero ya a la mitad de la tarde, lo que en un principio había sido nieve blanca y pura era un amasijo gris algo pegajoso. Yo había terminado tarde de trabajar (por no variar), y al llegar a casa, supe inmediatamente que algo no estaba bien. Subí las escaleras consciente de que mis vecinos estaban acampados en las mirillas, y cuando llegué arriba del todo, la puerta estaba abierta. Mi compañera de piso estaba esperando fuera, con la chaqueta puesta y temblando. Dentro, podía ver a unos cuantos policías.
-¿Qué es esto? -pregunté, frunciendo el ceño.
Ella se giró de inmediato y levantó las cejas , aterrorizada, haciéndome una señal para que me callara. Luego, avisó a los policías de que iba a bajar un momento a realizar una llamada y me acompañó abajo.
-Te están buscando.
-¿Los policías?
No entendía nada, y ella no paraba de rebuscar en su bolso. Al final, encontró lo que se suponía que estaba buscando, y me tendió una carta con mi nombre. Estaba escrita a mano, con una foto mía con una X en mi cara. Comprendí todo al instante, y ella se mordió el labio.
-Vete antes de que se den cuenta. Les he dicho que estabas trabajando, y con el ruido, quiero imaginar que no te han oído.
-Los vecinos...
-Eso da igual, yo no sé nada de qué ocurre ni por qué, simplemente diré que me encontré contigo abajo. -Sacó un par de sobres más de la mochila y me los dio-. Uno es el que tenías en casa. El otro es parte de mi fondo. Más te vale salir de esta y devolvérmelo.
-Gracias...
-Vete - dijo ella, dándome un abrazo-. Antes de que se asomen a la ventana o algo.
Cogí la moto y arranqué a toda pastilla. Tenía suerte de que él viviera fuera de la ciudad. Se estaba haciendo de noche, y las ramas que se mecían con el viento resultaban de todo menos dulces, pero logré llegar antes de que anocheciera del todo. La casa tenía las luces encendidas, con la música a tope. No me oyó llamar, así que me limité a entrar y arrancarle los cascos. Él se sobresaltó y salió del juego.
-¿Qué haces aquí?
-¿Qué hago aquí? -repetí, furiosa-. Joder, no puedo volver a mi casa. La policía está registrando todo. ¿Qué cojones te pasa?
Él frunció el ceño y se sentó en la mesa.
-No entiendo nada. ¿Puedes ser un poco más específica?
Le tiré la carta (con amenaza de muerte incluida, por supuesto), a la cara, y esperé a que la leyera.
-Joder.
-¿No se supone que íbais a protegerme? -inquirí, derrumbándome-. ¿Que IBAS a protegerme?
-Ori, ellos...
-Ellos, ¿qué? Me lo prometiste. Os conté todo para que me escondierais, pero me han encontrado. Y sabes que si te encuentran, es porque ya están siguiendo tu rastro. ¿Qué coño hago ahora?
.Él me abrazó, temblando. Estaba igual de asustado que yo.
-No se pueden evitar. Tú lo sabes. Yo quería, yo quiero... Pero no hay nada. No podemos darles esquinazo. Van a seguir viniendo hasta que consigan llevarte con ellos.
Me dejé caer en el suelo.
-No sé qué hacer.
-Hay un plan de emergencia -susurró él-, pero es peligroso.
-Estoy segura de que no es más peligroso que ellos.
Se marchó, y tardó un rato en volver. No sabía si había ido a su cobertizo o a una base secreta, pero cuando volvió, trajo una bolsita de tela con un pergamino. Me pinchó un dedo y dejó que la gota de sangre cayera en una esquina. Luego, suspiró cuando comenzó a dibujarse un mapa en él.
-Trajiste esto contigo cuando viniste al centro. Los forenses lo han estudiado y reestudiado, y parece que te indica a dónde ir. Te lo quitamos. Lo siento por eso. Supusimos que era para ti. El plan de emergencia.
-¿A dónde lleva?
-No tengo ni idea -respondió-. Cada vez que te mueves, va cambiando. No sabemos de dónde sale ni qué es, pero solo puedes usarlo tú.
-Así que vamos a jugar a follow the leader con un cacho de animal muerto.
Él asintió. Ambos seguíamos en shock. Luego me besó en la frente.
-Déjame preparar una mochila y nos vamos.
No dije nada.
Antes de que bajase de la habitación, yo ya había arrancado con la moto.

No me había despedido. Y no me arrepentía. La única que podía mantenerme a salvo era yo, y cualquiera que estuviera a mi lado sería una carga, un problema más, y sobre todo, un riesgo que no estaba en posición de permitirme. Así que había acelerado, y había arrastrado la moto hasta gasolineras recónditas, y había seguido mi mapa como si fuera un GPS, parando únicamente a dormir en bosques. Hasta que, de repente, había dejado de funcionar. Y el hotel Heartbreak me pareció lo suficientemente grande, lúgubre, desconocido y curioso como para pararme a descansar un par de días. Recuperarme de mis heridas y volver a la carga.

Porque ahora, ya solo podía llegar hasta el final o seguir con la huida más rara de la historia.

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